El otro día hablaba con un amigo sobre mis pinturas y le entró curiosidad sobre el proceso de creación. Yo le explicaba, entre trago y trago, que cada vez es diferente, aunque casi siempre es igual. No me entendió, como es natural, así que tuve que desarrollar el tema hasta ese punto en el que comenzó a mirar su móvil con disimulo, buscando desesperadamente un whatsapp que lo salvase.
A veces, le comenté, el cuadro lo tienes en la cabeza desde antes de empezar. Hasta eliges el formato deliberadamente según esa idea que solo tú ves. Mucho más cuando estás trabajando una serie, claro. Otras veces es una referencia que te apetece explorar; una composición, unas formas, una paleta, un tema, un formato, un estilo…
En otras ocasiones es un salto sin red: no hay ideas preconcebidas (o al menos no de modo consciente), y te pones a pintar sin más.
En este punto vi que la atención de mi confesor empezaba a flaquear. Él se daba por satisfecho pero yo quería desarrollar más. El incauto cometió la torpeza de redundar de forma distraída en la cuestión al reconocer que no entendía por qué había dicho en un principio que, al final, siempre es igual. Hice un gesto al camarero para pedir otra ronda y me lancé.
Pintar es buscar, le dije muy convencido. Es buscar esa idea que estaba en tu cabeza y que al salir, como dice un amigo mío, se oxigena y se empieza a corromper, a degradar, a contaminar, a ser otra cosa. Y en ocasiones luchas para que se vuelva a parecer a lo que había en tu interior. Y en ocasiones la dejas evolucionar y mutar y mirarte a los ojos, provocadora, sabedora de su propia energía, que ya no es tuya, si acaso alguna vez lo fue.
A veces encuentras lo que buscas, y otras veces lo que encuentras es inesperado, o esperanzador, o desgarrador, o un requiebro insospechado. Un espejo. Un abismo.
A veces incluso duele.
Porque pintar es la forma más intensa de vivir.
En ese momento me di cuenta de que mi acompañante me daba por perdido y centraba su atención en otros asuntos, aunque yo solo podía pensar en ir corriendo a coger mis pinceles y mancharme las manos. Y eso es lo que no puedo dejar de pensar ahora mismo.