Belleza, nada menos
Era una tarde de julio, sin una nube en el cielo. Una ligera brisa procedente del pinar cercano suavizaba el calor y el tiempo pasaba sin prisa entre carreras, sudor, pases, tiros a puerta y algún que otro gol. Al terminar, tras más de dos horas de partido bajo el sol, recogimos nuestras mochilas y nos encaminamos al apeadero para esperar al siguiente tren que nos llevaría de regreso. No teníamos prisa, estábamos relajados y era una apacible tarde de verano.Read more