Atando cabos.
Este cuadro es el primero de lo que espero sea una serie lo suficientemente consistente como para montar una exposición algún día, en algún lugar. Pero no adelantemos acontecimientos.
Estoy viviendo una etapa extraña, de cambios, novedades, altos y bajos, idas y venidas, salidas y llegadas…pero especialmente es un momento en el que echo la vista atrás, y adelante, arriba, abajo, al espejo… y no veo nada claro. Vamos, que estoy en una montaña rusa en la que cuando me tapo la nariz, se me enfrían los pies. Y así.
No soy muy de creer en dioses antropomorfos de largas barbas, ni en libros que nos dejan en meros figurantes de un guión ya escrito, pero sí creo en las sincronicidades, en que a veces pasan cosas en un espacio breve de tiempo que de algún modo están enlazadas, ya que sí creo que hay cosas que no vemos que unen lo que sí vemos (el wifi, la gravedad, pues eso). Pero me estoy yendo por las ramas…
Me he decidido a pintar una serie en la que cada cuadro será una especie de performanceabsolutamente privada, consistente en pintar sin otro plan establecido que escuchar una pieza musical en bucle. Insano. Fascinante. Para mí, al menos: se trata de elegir una pieza y ponerme ante el lienzo, y dejarme llevar.
Para empezar he elegido una música de Michael Nyman: Knowing the ropes, de la banda sonora de la película “Drowning by numbers” de Peter Greenaway (titulada en español con el sorprendente “Conspiración de mujeres”) y que no he visto. Todavía.
Se trata de una pieza que descubrí tras un comentario en twitter, hace tiempo ya, de Ramón Trecet. Sí, el comentarista deportivo que resulta ser también un melómano que ya en su viejo programa de Radio3 me ayudó a descubrir auténticas maravillas (cómo, si no, iba yo a conocer a Arto Tumbijaciyan y su Armanian Navy Band, o a la griega Eleftheria Arvanitaki, o a Ludovico Einaudi (antes del anuncio)?).
Descubrí a Michael Nyman tiempo antes de la película El Piano. Iba yo a una academia de pintura en la que siempre sonaba buena música y se grabó a fuego en mi mente la banda sonora de “El contrato del dibujante”. Tanto que es escuchar los primeros compases de cualquiera de las piezas y notar el olor a trementina, a papel, a lapiceros y tabaco de pipa de aquel pequeño cuarto en el que pintábamos, aprendíamos y disfrutábamos.
Esta pieza, Knowing the ropes, me volvió loco la primera vez que la escuché y lo sigue haciendo pese a haberla escuchado unas 350 veces en bucle mientras pintaba. Me apasionan las obras de Nyman en las que se empiezan a superponer melodías para generar una especie de supermelodía donde cada parte aporta algo: ritmo, pausa, sentimiento, aroma. De hecho he aprendido a escuchar la música de otra manera tras aprender a escuchar a Nyman, fijando mi atención en una sección concreta sin perder el sonido conjunto, marcando el ritmo con la sección de viento mientras escucho sobrevolar las cuerdas.
Como mirar un detalle de un cuadro, una pincelada, sin perder de vista que ésta se funde en un conjunto mayor donde adquiere sentido.
Y ni siquiera he elegido un lienzo, ya que esta vez he pintado sobre una placa de falso techo acústico, de una muestra que llevaron al estudio y que iba a ser arrojada a la basura junto con otra, a las que decidí dar otra nueva vida. 60x60cm. Carril oculto.
Me planté ante el “lienzo” (por resumir, no vaya a tener que poner cada lo de placa de techo acústico, que se me está quedando largo el post) y cerré los ojos. Lo cierto es que empecé a pensar en lo que podría pintar antes incluso de encontrarme con las dos placas. Y la pintura empezó a manchar, espátula mediante, generando sensaciones. Buscando un camino según la música me iba llevando a un sitio u otro. Probando cosas y descartándolas, pero siempre avanzando, con la mente en blanco: concentrado sólo en la música y en los colores. Encontrando el camino. Gozando.
En otros ratos intentaba pensar en lo que estaba haciendo y me dí cuenta de que la interpretación del título Knowing the ropes que había hecho, “atando cabos”, era errónea. No estoy seguro de saber traducirlo correctamente, pero creo que es algo así como “conociendo/sabiendo bien”. Quizá no tan errónea mi acepción, según se mire, pero en cualquier caso apropiada al momento: sé, por fin, cuál querría que fuera mi lugar en el mundo. He atado esos cabos, he entendido bien por fin algunas cosas.
Sé que debería centrarme en pintar de una manera concreta, buscar o encontrar un estilo determinado, una marca. Pero no me sale. Y este cuadro no tiene nada que ver con nada de lo que haya pintado hasta ahora, aunque en realidad nunca lo hubiera podido pintar así si no hubiera pintado antes todo lo que he pintado. Una locura, pero ya me entendéis.
Dicen que Arquímedes dijo algo así como “dadme un punto de apoyo y moveré el mundo“.
Me conformo con mover el mío y he encontrado mi punto de apoyo. Me falta la pértiga con la que hacer palanca.